“¿Para qué te estresas?”, “Todo está en la actitud”, “Aprende a vivir el momento”, “Fluye con la vida”, “Que se te resbale”…

Seguramente más de una vez te han dicho (o te has dicho) frases como estas y probablemente, en el mejor de los casos, terminaste sintiéndote un poco mejor por un momento. Sin embargo, lo que más nos suele pasar es que en el fondo sabemos que no todo está en la actitud (al menos no siempre), que no sabemos cómo vivir el momento (precisamente porque el momento presente es lo que nos causa malestar), que no entendemos eso de fluir y que nada parece resbalarse, todo lo contrario.

Palabras como estas, aunque sean dichas con una buena intención por parte de nuestros amigues, familiares o hasta parejas, suelen terminar por causarnos incluso un mayor malestar: que no sabemos relajarnos, fluir y hacer que las cosas no nos importen; que no tenemos una buena actitud ante la vida. Algo debe estar mal en nosotros ¿no?

Experimentar estrés es humano. Es importante comprender que es prácticamente imposible vivir una vida sin estrés. Podemos disfrutar periodos con poco estrés o incluso no sentirlo por momentos, pero eventualmente algo sucederá que nos despertará estas sensaciones tan conocidas por todos: agitación, ansiedad, fantasías catastróficas, presión en el pecho, etc.

La respuesta de estrés es el resultado de millones de años de evolución, es una respuesta muy importante para la supervivencia de miles de especies animales, incluida la humana. En realidad, lo que ésta experiencia nos está queriendo decir es que está sucediendo algo que nos pone en riesgo (ya sea que suceda en el mundo material o en nuestras mentes) y que es necesario protegernos. Es muy común sentir estrés cuando debemos afrontar algo para lo que no nos sentimos preparados: una entrega del trabajo, una discusión, una pandemia…

Lucha, huida y vinculación

Entonces, si no podemos vivir una vida sin estrés, ¿qué podemos hacer? Lo que sí podemos hacer es aprender herramientas que nos ayuden a manejarlo de otras formas. Apoyos que nos permitan relacionarnos desde otro lugar con las presiones de la vida y que nos apoyen a movilizar toda esa energía que se crea ante eso que nos estresa. No es casualidad que después de vivir un período estresante terminemos contracturados, con dolores de cabeza o con problemas gástricos. Pero recuerda algo: estar estresado no es sinónimo de enfermedad. Hay mucho que se puede hacer antes de que el estrés tenga un impacto grave en nuestra salud, pero debemos hacer algo al respecto.

A la respuesta del estrés también se le conoce como respuesta de lucha-huída y está a cargo del Sistema Nervioso Simpático. Esta respuesta se encarga, como mencionamos antes, de ponernos a salvo ante una posible amenaza.

Pero existe una tercera opción, una respuesta que ha comenzado a ser investigada con mucho interés por parte de los especialistas, la respuesta de vinculación o tend and befriend como se le conoce en inglés.

Si hacemos un ejercicio de consciencia tal vez podamos darnos cuenta que solemos movernos en las dos primeras opciones cuando estamos estresados: podemos sentirnos irritados y confrontar a quien se nos ponga en frente aunque no esté relacionado directamente con aquello que nos causa estrés, esa sería la respuesta de lucha. O, por otro lado, tendemos a aislarnos y cortar comunicación con nuestro entorno, probablemente asumiendo que nadie puede ayudarnos o que tenemos que afrontar  nosotros solos aquello que nos preocupa. O tal vez elegimos evadir el estrés, postergando tareas o sumergiéndonos en una serie de televisión por horas o días enteros. Estos serían algunos ejemplos de la respuesta de huida.

La tercera opción, la de vinculación, es una forma que precisamente rompe con la inercia de las dos anteriores. Nos acerca al otro, nos pide hablar sobre lo que nos sucede, nos lleva a buscar apoyos en nuestro círculo más cercano o en algún profesional de la salud mental.

Para darnos cuenta de esto necesitamos desarrollar la capacidad de auto observarnos, de detectar cuáles son nuestros detonantes de estrés y mirarnos cuando estamos pasando por un momento estresante para valorar si esa forma de afrontamiento está resultando útil para resolver el conflicto. Muchas veces lo que necesitamos hacer es ser pacientes y entender que no podemos resolverlo todo de una sola vez. Vincularnos puede hacernos el viaje mucho más ligero.

Dejemos de luchar contra el estrés

Entonces, comprender que la respuesta de estrés no está en nuestra contra sino todo lo contrario, que es un esfuerzo del organismo por mantenernos a salvo, es un cambio de paradigma importante. Podemos disminuir considerablemente la lucha que generamos al tratar de eliminarlo y al interpretarlo como un error en nuestro comportamiento. Ahora bien, cuando el estrés no ha sido abordado conscientemente o no hemos desarrollado estrategias saludables para afrontarlo, será necesario dar un primer paso en este sentido y comprender que nos podrá llevar un tiempo lograr que el cuerpo físico y  la actividad mental y emocional encuentren una nueva forma de manejarlo.

Algunas recomendaciones para manejar el estrés son:

*Aprender técnicas de meditación como atención plena o mindfulness.

*Comenzar un proceso psicoterapéutico con un profesional certificado.

*Aprender técnicas de relajación.

*Establecer metas realistas en las diferentes áreas de tu vida: profesional, de pareja, salud.

*Visitar la naturaleza frecuentemente.

*Establecer horarios para el uso del celular y redes sociales.

*Contar con una red de apoyo sólida (amigos y/o familiares) en la que puedas encontrar contención y contener.

*Practicar alguna actividad altruista.

*Practicar ejercicios amables con tu cuerpo que ayuden a descansar el sistema nervioso como yoga, caminatas, natación

Te recomendamos estos libros:

  1. Estrés: El lado bueno. Kelly McGonigal
  2. ¿Por qué las cebras no tienen úlcera? Robert Sapolsky

Imagen: Freepik.es