Sabemos que el estrés es una respuesta natural en muchas especies del planeta, sin embargo, esto no quiere decir que, por ser una respuesta necesaria para sobrevivir, es fácil de manejar. Las herramientas que hemos aprendido y el apoyo con el que contamos en nuestro entorno, serán factores que favorezcan o no, nuestra posibilidad de manejar el estrés.
Muchas veces sabemos qué es lo que nos estresa, sabemos que viene de las presiones del trabajo o las dificultades de la vida cotidiana en diferentes áreas como la económica, familiar, de pareja. Sin embargo, todo esto que “nos pasa” tiene un impacto en nuestro mundo interno, en los pensamientos que escuchamos en nuestra mente, en las sensaciones y emociones que nos acompañan a diario.
Durante 55 años, científicos alrededor del mundo han obtenido evidencia suficiente para demostrar que la promoción de espacios de atención plena o mindfulness en la vida cotidiana es una estrategia altamente funcional en la generación de bienestar en las esferas física, mental y emocional de las personas. Sólo en los últimos 6 años, se han realizado más de 8 mil estudios acerca de mindfulness en las áreas de psicología, psiquiatría y neurociencias.
Debido a su respaldo científico, esta práctica se lleva a cabo en hospitales, escuelas, empresas, entre otros ámbitos, y su difusión en la población general sigue aumentando.
Pero, a pesar de estas evidencias, nos cuesta trabajo creer que una práctica que parece ser tan simple como traer nuestra atención a la experiencia tal cuál está siendo en este momento, puede ofrecer tanto bienestar.
En occidente, estamos acostumbrados a pensar que para solucionar un problema tenemos que ir hacia fuera a conseguir un remedio. La práctica de atención plena aborda el sufrimiento humano desde otra perspectiva. Conocer los fenómenos que aparecen en nuestra mente y todo aquello que pasa en nuestra experiencia interna es muy importante para el manejo del estrés, pero, sobre todo, conocer la relación que mantenemos con estos contenidos. Esta relación que mantenemos y alimentamos (muchas veces por falta de una alternativa) es uno de los principales factores que causan y mantienen el sufrimiento humano.
La práctica de Mindfulness no nos enseña a estar siempre bien
Lejos de querer cambiar los pensamientos por otros o de modificar nuestro estado de ánimo por otro “mejor”, la práctica de mindfulness nos ayuda a aceptar más, a mirar con claridad en una especie de “diálogo” con aquello que nos duele.
En este sentido, practicar mindfulness es un gran apoyo para darnos cuenta de lo automática que es la mente, de la aparición de sus contenidos y de las reacciones que tenemos física y emocionalmente, como la respuesta de estrés. A esto se le conoce como “desidentificación” y es el fin mismo de la práctica. El fenómeno de la desidentificación no es disociación o anestesia emocional, por el contrario, es un ejercicio de mirar las formas en las que la mente reacciona ante situaciones diversas, cómo éstas reacciones impactan la experiencia física (ansiedad, angustia, miedo, entre otras) y cómo esto se retroalimenta una y otra vez, causando un gran malestar.
Además de esto, la práctica de mindfulness promueve una mayor aceptación y comprensión de nuestra experiencia. Tiene efectos en el sistema nervioso parasimpático, el cuál se encarga de la respuesta de calma (después de un momento de estrés intenso, por ejemplo) y en algunos estudios se ha visto que la amígdala, una zona del cerebro encargada en gran parte de activar la respuesta de estrés (lucha-huida), disminuye su tamaño.
Esto no quiere decir que quienes practican mindfulness pierden la capacidad de responder a una amenaza o que van por la vida sonriendo a cualquier persona que cruza su camino. Lo que quiere decir es que es más probable que puedan responder ante una situación estresante de la vida cotidiana con mayor regulación y consciencia de lo que es necesario hacer o decir. Además, las respuestas emocionales pueden tener una menor duración, lo cuál a su vez, les permite volver a un estado más neutral en menor tiempo.
Estos importantes cambios no surgen de un día a otro, como cualquier herramienta que ayude profundamente a manejar el estrés, requiere práctica y un entendimiento claro de lo que se busca al meditar (que, paradójicamente, no es relajarse).
Una práctica constante de mindfulness puede brindar importantes beneficios como:
- Regular la presión arterial
- Reducir el estrés y la ansiedad
- Mejorar la atención focalizada
- Mejorar la calidad de las relaciones interpersonales
- Mejorar el sistema inmunológico
- Promover el auto-conocimiento
- Promover el auto-cuidado
Fuentes:
- Manual clínico de Mindfulness
- Tovar, R. (2021). 55 años de investigación en mindfulness: más de 16 mil estudios respaldan esta práctica. Recuperado de https://mindfulacademy.com.mx/55-anos-de-mindfulness/
Imagen:
- Freepik.es
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