Así como nuestro cuerpo está equipado para alertarnos ante alguna amenaza o situación que nos compromete de algún modo activando la respuesta de lucha-huida (respuesta del estrés), existe el mismo mecanismo para ir hacia el “lado contrario”, la respuesta de relajación, la cual está a cargo del Sistema Nervioso Parasimpático. Si no tuviéramos esta capacidad, nunca podríamos encontrar la “calma después de la tormenta”.

Una de las maneras más obvias y orgánicas (aunque muchas veces no valorada) gracias a la cual podemos comenzar a calmarnos es la respiración. No es casualidad que tras un episodio que nos estresa o nos asusta, lo primero que hacemos es respirar profundo, tal vez incluso colocando una mano en el pecho. Estos gestos, aunque automáticos, contienen una profunda sabiduría y sus efectos suelen ser inmediatos. No quiere decir que solo respirando podamos manejar a profundidad muestro estrés pero sin duda son la base en la que podemos pararnos para de ahí, pensar con un poco más de claridad o tomar alguna decisión no impulsiva.

Otra de las maneras más efectivas para hacer algo al respecto en un momento estresante es hablar cara a cara con alguien de confianza. La interacción social es una de las maneras más eficientes de regular nuestro sistema nervioso, ya sea platicando con un buen amigo, familiar o un terapeuta. Por eso es importante mantener una red de apoyo de confianza a la que podamos recurrir en momentos complicados.

¿Cómo podemos despertar la respuesta de calma en nuestro cuerpo?

Tenemos la creencia equivocada de que el descanso se obtiene simplemente al no hacer nada, y si bien puede ser muy disfrutable y necesario en ocasiones, para realmente relajar el sistema nervioso hace falta más que ver la televisión o leer un libro. Así como activamos a voluntad la respuesta de estrés al imaginarnos un escenario caótico, de la misma manera podemos activar la respuesta de relajación conscientemente.

Existen diferentes intervenciones y técnicas específicas que nos pueden ayudar. Previo a esto, es importante aprender a detectar cuándo nuestro cuerpo está estresado, qué es lo que detona nuestra respuesta de estrés y cómo nos estresamos, es decir, si tendemos a volvernos irritables, intolerantes y agresivos o por el contrario, tendemos a aislarnos, nos sentimos sin energía y desinteresados. Esto es muy importante porque la elección de la estrategia para activar nuestra respuesta de relajación dependerá de lo que nos haga falta.

Es decir, para quienes experimentan agitación, irritabilidad e impulsividad al estresarse, se recomiendan actividades calmadas como meditaciones tranquilas, visualizaciones, relajación sistemática progresiva y respiraciones lentas y profundas. Para quienes tienden a aislarse y sentirse bajos de energía se recomiendan actividades distintas que activen amablemente al sistema nervioso como el ejercicio rítmico (caminatas, remo, baile, natación) en el que la atención se pone en el ritmo creado, por ejemplo, al caminar o dar brazadas en la natación. Es importante tratar de sincronizar la respiración con el movimiento.

En ambos casos, la práctica de Yoga y Mindfulness es recomendada ya que existen tipos de yoga y prácticas de atención plena específicas que pueden ayudar. Por ejemplo, una práctica de Yoga Restaurativo o Hatha Yoga suave es excelente para cualquier persona ya que en ella se busca precisamente el descanso del sistema nervioso. Una clase de Vinyasa se recomendaría más para alguien que se siente desmotivado ya que al ser muy dinámica puede energizar y despertar el cuerpo.

Por otro lado, una práctica de Mindfulness adecuada para alguien muy agitado podría ser el escaneo corporal y para alguien que tiende a aislarse, una práctica que lo conecte con los sentidos de la percepción y una práctica de compasión amorosa.

Nota: estas son sólo recomendaciones con fines prácticos, lo más importante será que explores cuál te hace mejor a ti y en qué contexto.

Referencia:

  • Helpguide.org

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