Existen muchas formas de clasificar tanto a las emociones como a los sentimientos, muchas definiciones y puntos de vista al respecto, pero lo que es un hecho es que las emociones y los sentimientos son experiencias con las que convivimos día a día y que pueden llegar a ser complicadas.

En general, las emociones no siempre son bien recibidas por nosotros ni por los demás, o al menos no las que son “malas” o “negativas” como el enojo, la ira, la tristeza o el miedo. Sin embargo, para los seres humanos sentir emociones es parte de su naturaleza, y cuando se nos enseña que eso es malo o signo de debilidad, nos encontramos en un grave problema porque no podemos dejar de sentir por más que nos esforcemos en lograrlo.

Entonces, podríamos definir una emoción como una serie de reacciones involuntarias que suceden como resultado de la interacción con el entorno que nos rodea. Generalmente tienen una intención muy importante, que es la de ponernos a salvo física, mental o emocionalmente.

Las emociones, al ser reacciones del organismo, suelen ser muy intensas y de corta duración. Son una especie de brújula que ayuda a comprender que algo está sucediendo y si cultivamos la capacidad de recibirlas con atención, suelen dar información muy importante que ayuda a comprender alguna necesidad que ha de ser satisfecha.

Por otro lado, al hablar de sentimientos nos referimos al nombre que le ponemos a la experiencia que viene después de sentir una emoción. Es la forma en la que interpretamos lo que sentimos y por esa razón, es completamente subjetivo. A diferencia de la emoción, el sentimiento tiene una mayor duración, incluso pueden haber sentimientos que nos acompañen por años, dando un matiz particular a la vida. El sentimiento implica un ejercicio de interpretación y nos ayuda a dar un significado a la experiencia vivida.

Debido a que las emociones son reacciones corporales involuntarias, suelen ser abrumadoras y asustarnos en ocasiones, lo que nos lleva a tratar de suprimirlas o negarlas. Y esto tiene sentido pues a nadie le gusta sentir incomodidad, pero si a eso sumamos la pobre educación emocional que recibimos acerca de este tema, el resultado suele ser pensar que las emociones son buenas o malas, que deberíamos de sólo sentir alegría o felicidad y que con “echarle ganas” las emociones van a desaparecer.

La clave está en…

Es cierto que existen muchas formas de trabajar con las emociones, pero parece que hay un elemento en común de particular beneficio y es: cambiar la relación que tenemos con las emociones. Lejos de tratar de anularlas o de cambiarlas por las correctas, las prácticas como mindfulness, algunas psicoterapias basadas en mindfulness y la terapia Gestalt, son caminos en los que se trabaja conscientemente con la experiencia emocional con la intención de conocerlas, reconocerlas en el cuerpo, explorarlas y generar aceptación alrededor de ellas.

Estos caminos de auto-conocimiento son caminos de exposición, en el sentido de que nos acercan a la experiencia emocional, en contraste con otros modelos que proponen cambiar la forma de pensar o sólo pensar de cierta forma.

Entonces, independientemente del camino que elijamos, asegurémonos de trabajar con consciencia nuestra relación con la experiencia emocional en toda su diversidad, la paleta completa de emociones es valiosa y digna de ser sentida. Es cierto que existen emociones que pueden resultar de mayor apoyo que otras en ciertos momentos y para aprender a tener una gestión saludable de ellas podemos recurrir a las prácticas que se mencionan antes.

Cuando existe un trabajo constante desde una mirada aceptante, es posible aprender a detectar las emociones en el momento en el que surgen y tener mayor rango de acción para poder elegir qué queremos hacer con esa emoción.

Entonces, las emociones podrán ser reacciones en un primer momento, sin embargo, es posible ejercitar la capacidad de observarlas y sentirlas y no sólo de reaccionar.

Puede interesarte: Vida Mindful, ¿De qué va la meditación Mindfulness?

Foto de Hello I’m Nik en Unsplash

Fuente: Emociones, sentimientos y necesidades. Myriam Muñoz Polit