Nuestra capacidad para conectarnos con los demás comienza con la empatía: sentir las emociones del otro. Cuando la empatía no se acompaña de límites sanos con los que podamos diferenciarnos de la persona que sufre, podemos experimentar fatiga por empatía. Esta experiencia se genera por tener sentimientos abrumadores constantes al acompañar o escuchar el dolor ajeno. Esto va causando, con el tiempo, poca sensibilidad al dolor de los demás. Es como una especie de “entumecimiento emocional”, decidimos alejarnos porque nos duele demasiado.

También conocida como preocupación empática, la compasión es una motivación por ayudar de alguna manera a un ser en sufrimiento. Se caracteriza por un límite sano entre el que sufre y el que acompaña en el sufrimiento. Contrario a la fatiga por empatía, la compasión va acompañada de sentimientos de amor, cariño, interés por el otro y solidaridad.

Cultivar una actitud compasiva con otros seres suele ser más sencillo que aplicarla a nosotros mismos. Lo más común es que la actitud con la que nos tratamos día a día sea muy distinta de la que tenemos hacia los y las demás. A la voz interna que regaña y condiciona el amor, se le puede llamar voz autocrítica.

Aunque en un primer momento podamos comprender que esta voz nos lastima y nos hace sentir inapropiados con frecuencia, no siempre es sencillo dejarla de lado y despertar una voz más compasiva. Y es que, en realidad, cuando llamamos “auto” a algo (autoestima, autocompasión, auto sabotaje) estamos dejando de lado el otro gran porcentaje de la experiencia que ha contribuido a formarnos: nuestras relaciones afectivas.

Por eso, en muchas ocasiones podemos decir: “escucho la voz de mi mamá/papá/ diciéndome que eso me iba a pasar”, es decir, la autocrítica no es tan “auto” en realidad, siempre comienza con elementos del entorno que nos enseñaron a tener cierta actitud hacia nosotros mismos.

El primero paso para detectar la voz autocrítica es saber que existe y saber reconocerla cuando está presente. Será muy sorprendente para muchas personas darse cuenta que la voz autocrítica está hablando la mayor parte del día.

Como muchas otras aproximaciones relacionadas al bienestar, la intención de cultivar una presencia auto compasiva no es luchar contra la experiencia sino dialogar y desarrollar nuevas posibilidades de estar presentes en nuestra vida.

¿Cómo se desarrolla autocompasión?

Para Kristin Neff, profesora de Psicología en la Universidad de Texas y líder en la investigación de este tema, la autocompasión se desarrolla gracias a tres elementos generales:

Mindfulness o atención plena

Para poder observar pensamientos con apertura y claridad sin exagerarlos, necesitamos estar abiertos a reconocer emociones desagradables, recordar que son parte de la experiencia humana y que son necesarias para elegir una dirección

Amabilidad hacia uno mismo

Desarrollar aceptación hacia uno mismo y el entorno con nuestras/sus limitaciones, teniendo un tono de lenguaje interno cálido y de apoyo. Una pregunta que puede ayudar mucho a pesar de ser simple en apariencia es: ¿Qué necesito para estar mejor? Preguntarnos esto nos puede ayudar a buscar recursos en lugar de reaccionar.

Humanidad compartida

Recordar que podemos experimentar conexión desde nuestra imperfección. Todos estamos sufriendo por alguna razón en mayor o menor medida y sentirnos bien todo el tiempo es un mandato que puede tocar lo absurdo. Además, somos interdependientes, por lo tanto, no podemos controlar todo y nos necesitamos como comunidad.

Desarrollar una presencia compasiva hacia nosotros mismos es un camino de vida, las prácticas de compasión son una invitación a acompañar nuestro paso por la vida de una manera distinta, aunque eso implique en ocasiones, atravesar emociones complejas.

Algunos ejemplos de frases que despiertan una presencia compasiva pueden ser:

  • “Aquí estoy para ti, sé que es difícil lo que estás viviendo”.
  • “Reconozco y me doy cuenta de tu dolor. Aquí estoy para ti”.
  • “¿Qué necesitas para estar más tranquila/o?”
  • “Eres suficiente, no necesitas hacer nada para merecer ser amada/o”

Libro recomendado: Amor Verdadero de Sharon Salzberg

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